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El Pinar

La herencia del agua y los árabes

Al amparo del monte Chinchirina, encontraréis un municipio nacido a la sombra de un ejército de manantiales, ríos y fuentes. Un legado inmortalizado en calles estrechas, parajes serenos con cultivos mediterráneos, rincones llenos de paisajes en pendientes, herencia mozárabe flotando en placetas, pasadizos y viviendas. El Pinar es Pinos del Valle e Ízbor, es tradición y agricultura, y la primera senda del Valle del Lecrín. Una esencia agradablemente degustada en platos como el puchero o potaje de hinojos, los huesos o palillos de santo, la tortilla de habas y la sangría de melocotones. Su riqueza arquitectónica esquiva el barranco de Tablate y caracolea por los puentes de Ízbor, por un acueducto romano, por las ermitas del Santo Cristo del Zapato y la de San Sebastián, y por las iglesias de la Concepción (en Ízbor), la parroquial de La Inmaculada y la de Santiago de Tablate. Y es que, reconozcámoslo, nada como dejarse caer por la antesala de La Alpujarra para mirar de frente a los anales de una Granada musulmana.

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