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Un adorable pueblo cincelado en pizarra
Dos núcleos bien distintos de población componen el municipio madrileño de Patones, que cuenta con dos nomenclaturas: Patones de Arriba y Patones de Abajo. Patones de Arriba fue el germen de ambas poblaciones, pero la emigración de la montaña a la llanura en busca de formas más cómodas de vida a lo largo de los años 60 dio origen a dos pueblos con vidas ahora muy distintas. Todo el encanto turístico se concentra en Patones de Arriba, un recoleto pueblo declarado Bien de Interés Cultural ubicado en la Sierra Norte de Madrid. Una mescolanza de piedra, pizarra, madera, adobe y teja árabe confieren a este destino ese encanto que solo ofrecen los poblados de cuento de hadas. Patones de Arriba es un auténtico reclamo para los fanáticos de la arquitectura negra, llamada así por la abundacia de pizarra en la zona. Un Ecomuseo al aire libre en el pueblo permite al visitante adentrarse en su cultura a través de dos sencillos y breves itinerarios, que comienzan en el Centro de Iniciativas Turísticas, Educativas y de Ocio. Según relatan las crónicas, existió un Rey en Patones ya desde el año 1653, aunque realmente su figura no se asemejara a la de un monarca, sino más bien a la de un alcalde o juez encargado de administrar justicia entre los lugareños. En todo caso, era un título hereditario, y su figura se mantuvo hasta 1750. En Patones, y a través de distintas rutas, el visitante puede llegar al Pontón de la Oliva, una de las presas más antiguas de la región. Sirvió para abastecer de agua a Madrid durante casi tres décadas, hasta que fue cerrada por diversas filtraciones. Eso sí, mucha calma en Patones con los vehículos, porque el acceso al pueblo en festivos y fines de semana es tortuoso y puede poner a prueba nuestra paciencia al volante.