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Una miniatura de Madrid rodeada de Naturaleza
La orilla del Jarama ve crecer Madrid, desde el asfalto hacia la Naturaleza; observa cómo se expande como si echara de menos, entre tanto edificio, un lugar donde respirar. Ese sitio es Rivas-Vaciamadrid. Una prolongación de la capital a 15 km del centro que aparece en el este, como un reducto de la Naturaleza inestimablemente ligado a la expansión madrileña.
Los contrastes se suceden entre edificios peculiares, chalés maravillosos, casas de ensueño, un centro comercial -el H2Ocio- y multinacionales de comida rápida en medio de un lugar con parajes de inestimable valor ecológico. Rivas tiene de todo, es urbanita y paisajística. La excelsa vegetación que la envuelve, difumina las sencillas carreteras que llevan hasta ella, como si Madrid necesitara descansar al sureste de asfalto y ladrillo, donde se diluye Vicálvaro.
Es posible ver surcar en su cielo hermosos halcones que descienden hasta las lagunas e incluso se sabe que conviven en el término municipal con una colonia de más de 200 cigüeñas. Quizá ellas tengan algo que ver con que Rivas-Vaciamadrid se haya convertido uno de los municipios en los que la población ha crecido muy rápidamente. Sus preciosos verdales se los debe al Parque Regional del Sureste, ya que asienta las tres cuartas partes de su suelo sobre él, con magníficas lagunas, como la del Campillo, y con un tren turístico, una enigmática máquina de vapor que la recorre hasta la antigua estación de La Poveda.
La Naturaleza también ha dejado paso al patrimonio artístico con lindos edificios del siglo XIX como la iglesia de San Marcos, el edificio del Ayuntamiento e incluso monumentos nacionales, como el palacio-convento del Cristo de Rivas. Un lugar donde la ciudad se desquita del cemento, como una pequeña Madrid descargada de rascacielos donde el ocio y el patrimonio se funden en uno.