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A 3 km de Oviedo, en el monte Naranco, Ramiro I levantó la iglesia de San Miguel de Lillo. Derruida en parte en el siglo XI, hoy se conserva el sector occidental. Es una obra enteramente abovedada en cañón, y alabada por las crónicas de la época por su extrema perfección técnica. Introduce soluciones arquitectónicas innovadoras en la arquitectura del arte prerrománico asturiano.

Tiene tres naves, tribuna regia, y en origen tres capillas en el sector oriental. Se conservan varias celosías caladas de fina labra y el tímpano está decorado con una espléndida labor de círculos entrelazados. En el interior destacan los capiteles, columnas y basas con representación tallada de los símbolos de los Evangelistas, únicas en el conjunto del arte altomedieval europeo.

La obra escultórica más excelsa de Lillo está representada por las jambas que enmarcan el vestíbulo de entrada. Son copia de un díptico consular romano- bizantino pero con tratamiento iconográfico adaptado a la corte real.