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La mayor virtud  de las yemas es que se deshacen en la boca casi sin masticarlas, apenas. Enseguida, ese sabor característico se posa al principio de la lengua. La textura esponjosa genera que la porción se desmenuce produciendo una mayor intensidad de sensaciones. Las yemas son, básicamente, yema de huevo, pero lo que llega al paladar es una exaltación del almíbar, aderezado con zumo de limón y canela. En algunas ocasiones, cuentan con una capa de azúcar glaseada, situada en la parte superior de la yema. Son un lujo que, desde su orígen andalusí o monacal, no ha perdido la tonalidad que las ha hecho famosas. 

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