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Hay “tablas” más allá de Daimiel. El término hace referencia a los humedales fluviales que se originan por el desbordamiento de la confluencia de los ríos en este territorio extraordinariamente llano. Se trata de un fenómeno cada vez es más escaso, igual que sus lagunas endorreicas o los afloramientos de acuífero. De hecho, el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel es casi una ficción: la punta del iceberg de aquella Mancha que fue húmeda y que hoy se mantiene en una especie de UCI medioambiental. Sin embargo, con la llegada de las lluvias hay margen para descubrir estos ecosistemas en su estado salvaje. Lo hacemos siguiendo el Camino Natural de los Humedales de La Mancha.
El concepto de Mancha Húmeda parece una broma, un oxímoron, una pareja de palabras antagonistas. Pero no debe pensar lo mismo la gente de la UNESCO, que la han catalogado como una enorme Reserva de la Biosfera con más de 400 mil hectáreas que se extienden entre las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo. Se trata de una gran extensión de terreno llano con tintes esteparios, caracterizado por decenas lagunas de aguas dulces y salobres, por humedales fluviales, por rebosamientos de los acuíferos y por lagunas kársticas.
En la base de la cadena trófica estaría el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, un complejo kárstico situado en la zona más elevada de la Reserva de la Biosfera que actúa como embalse natural y que nutre ríos y acuíferos. En la punta de esa cadena, estaría el Parque Nacional de las Tablas de Damiel, situado en la parte más baja de la Mancha Húmeda, que recoge todos los excesos del acuífero y de los ríos, formando su mayor humedal. Sin embargo, entre ambas reservas naturales apenas alcanzan 7000 hectáreas. ¿Qué hay entonces en esa inmensidad intermedia?
Más o menos a medio camino entre ambas reservas naturales, un poco más hacia el norte y tomando como referencia la localidad de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), aparece el paraje de los “Humedales Manchegos”, catalogado por partida doble como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia Comunitaria (LIC). Digamos que sería esa tierra de nadie en que La Mancha Húmeda muestra su imagen más pura y salvaje, donde se mezclan estampas paradisíacas con otras pavorosas, donde a pocos metros de un salar encontramos una laguna con praderas de algas, y donde, a pesar de que los indicadores invitan al pesimismo, se atisban maneras esperanzadoras de relacionarnos con la naturaleza.
El Camino Natural de los Humedales de La Mancha es una propuesta del Ministerio de Agricultura que recorre casi 150 kilómetros por estos parajes intermedios de la Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda. La propuesta se distribuye en cinco etapas y seis ramales que discurren entre Toledo, Ciudad Real y Cuenca, visitando decenas de lagunas endorreicas y atravesando varias tablas fluviales. Resultan particularmente interesantes sus tres primeras etapas, que conectan Villacañas (Toledo) con Alcázar de San Juan, así como el Ramal de la Junta de los Ríos, un recorrido de unos 60 kilómetros en paralelo al río Cigüela que discurre por pistas de tierra ideales para ir en bici, aunque también se puede hacer en coche, bajando a dar un paseo por las orillas de las lagunas y tablas.
La ruta arranca a orillas de la Laguna Larga de Villacañas, que es la joya de un complejo lagunar compuesto por cinco masas de agua en total. Estrictamente no sería un buen ejemplo de esa Mancha Húmeda agreste, ya que se trata de una laguna que se nutre de las aguas residuales depuradas de Villacañas. Esta circunstancia, que a botepronto podría sonar escandalosa, es la paradójica tabla de salvación de muchas de estas lagunas, ya que es la única manera de que tengan un caudal estable y, por tanto, poblaciones de aves. Y es que, aunque residuales, las aguas que se vierten se han depurado y pasado por filtros verdes, por cierto, a menudo inspirados en los propios humedales, que son ecosistemas que purifican las aguas.
Siguiendo hacia el sur, el Camino Natural pasa por lagunas como las de Tierz o Peñahueca, características por su alta salinidad y estacionalidad, que en verano quedan secas y muestran unas costras de sal que antaño se utilizaban como salmuera y hasta para fabricar pólvora. La ruta luego cruza las primeras tablas del recorrido, las de la confluencia del Cigüela con el Riánsares, que conforman la Reserva Natural Lagunas y Albardinales del Gigüela, y a la que algunos llaman Las Tablas del Cigüela. Su buque insignia es la laguna del Taray, de agua dulce, y que en los años de lluvia llega a mantener caudal durante todo el año.
Para muchos, el Camino Natural alcanza su clímax a su paso por las Lagunas de Villafranca de los Caballeros (Toledo). Las aguas y lodos de esta pareja de lagunas llevan utilizándose con fines curativos desde al menos el siglo XVIII. Originalmente, era una laguna salina de carácter endorreico (es decir, que no tiene salida a ningún río). Ahora, sin embargo, está conectada al río Cigüela y además recibe las aguas depuradas de pueblo, por lo que mantiene un caudal importante a lo largo de todo el año y sus aguas son dulces.
La Laguna Chica es particularmente interesante para los amantes de la botánica, con praderas subacuáticas de algas, y de la ornitología, ya que aquí nidifican varias parejas de aguiluchos laguneros que no es del todo difícil observar desde un par de miradores estratégicamente ubicados a sus orillas; con suerte, incluso se podría ver algún carricerín cejudo, por cuya conservación se trabaja en la zona, en tanto que es un lugar de paso en su migración. Por su parte, la Laguna Grande, aunque también tiene un gran valor medioambiental, sería la pata lúdica de este complejo, en la que está permitida la pesca (excepto en verano) y el baño.
La tercera etapa de esta ruta parte de las orillas de la Laguna Grande de Villafranca y pone rumbo hacia Alcázar de San Juan pasando por un complejo lagunar de gran extensión. De las tres lagunas que lo componen, la de La Veguilla ha perdido su carácter salino porque ahora recibe las aguas depuradas de Alcázar. Sin embargo, las otras dos, la Laguna de las Yeguas y la del Camino de Villafranca, sí preservan esta característica original (además de una marcada estacionalidad), por lo que son un buen lugar donde ver flamencos desde la distancia.
En Alcázar de San Juan, el Camino Natural de los Humedales de La Mancha gira hacia oriente y pone rumbo a la provincia de Cuenca, sin embargo, hay un ramal que sigue fiel al curso del Cigüela y que se dirige directamente a la que quizá sea la parte más magra de la reserva de los Humedales Manchegos, al menos tras una época de lluvias. Tomando el Ramal de la Junta de los Ríos, nos dirigimos hacia lo que antiguamente se llamaban las Tablillas del Záncara, pero que ahora recibe el nombre de Paraje Natural 'Junta de los Ríos' Gigüela y Záncara.
Se estima que, en la década de 1960, este humedal llegaba a tener una superficie inundable de más de 3.000 hectáreas, es decir, que sería de unas dimensiones similares a las de Las Tablas de Daimiel. Sin embargo, por aquellos años se empezaron a construir diques y canales que buscaban arramplar con el humedal para ganar tierras de cultivo, ya que por entonces se consideraba un territorio no solo improductivo, sino también insalubre y hasta peligroso. Esta dinámica fue la tónica general de la Mancha Húmeda en aquellos años. Afortunadamente, hace algunos años se modificaron algunos de estos canales para que ahora, al menos, durante los años de lluvias, se puedan llegar a inundar unas 150 hectáreas.
A pesar del tijeretazo, estas tablas siguen siendo muy especiales a nivel faunístico y botánico. El hecho de que reciba las aguas dulces del Záncara y las salobres del Cigüela, hace que aquí se encuentren plantas halófilas de gran interés, además de un sinfín de aves como nuestro ansiado flamenco, que por fin encontramos, alimentándose junto a un observatorio de aves, al final de un sendero interpretado de aproximadamente 1,5 kilometro que se adentra en las profundidades del humedal.
Desde su torre-mirador, tratando de ser generosos con nuestros antepasados, intentamos entender por qué estos querrían arramplar con este paraje tan hermoso. Un tipo de paraje que, paradójicamente, ahora hay multitud de ciudades tratando de replicar a sus afueras para purificar las aguas de sus ríos, para suavizar las oscilaciones térmicas o como sistema de prevención de inundaciones. Tan frágil como fascinante.
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