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Apareció en las pantallas de televisión con el pelo largo, una chaquetilla con el logo de Top Chef bordado y una historia, para ese momento poco conocida, de ocho años de sacrificio a cuestas en su restaurante valenciano 'La Salita'.
Tan tímida como abierta y tan nómada (viajó durante diez años) como enraizada a su Valencia natal, Begoña Rodrigo (en cocina) y su marido Jorne Buurmeijer (en sala), inauguraron este espacio gastronómico en 2005. Ese ha sido el "laboratorio" en el que ha demostrado su más absoluta sensibilidad y precisión, cualidades que le permitieron ser la ganadora de la primera edición española del programa de cocina.
"Siempre he sido una persona que para empezar, tal… y a la hora de trabajar lo hago fácil. A las leyendas urbanas –que le han hecho ganar fama de severa– no hay que hacerles caso. Todo lo que dicen de mí es mentira [y ríe]”.
Con el oficio en las venas y el talento en las manos, esta autodidacta jugó una de sus mejores armas con una fideuá de plancton verde (muy verde) y coronó una sopa de albahaca con la tiara de encurtidos y salazones, una receta de estética elegante y depurada.
Su tiempo se debate entre 'La Salita', 'Nómada' (su más reciente apuesta en el Centro Comercial Bonaire) y acompañar a su hijo Mik al colegio (quien, por cierto, ya apunta maneras chupando cabezas de gambas y langostinos en las redes sociales). Por eso reconoce que sale muy poco, pero cuando lo hace tiene claro todos y cada uno de los destinos.
Con un clarísimo eslogan "comer la cocina, beber la bodega y amar los postres", Kiko [Vidal] da vida a esta taberna-bistró con un impecable trabajo del producto que fascina a Bego. Además de ser buenos amigos, a ambos les une una relación editorial porque él le recomienda libros con un altísimo porcentaje de éxito. "Es un poco loquillo, pero me encanta".
"Los hermanos Rausell [José y Miguel] son para comérselos", sentencia, porque la hacen sentir como en casa cada vez que va. En esta barra, siempre vivaz e innovadora –donde se instaló, en 1973, la primera máquina asadora de pollos– mandan el producto local y la carta de vinos.
Guillermo Madrigal y Carmen Ballester fundaron, hace casi seis décadas, este bar, en El Cabañal, donde se preparan unas anchoas "espectaculares". Por su cercanía a la playa, es la opción de Begoña para tomar algo con su familia.
"Siempre que quiero algo especial, aunque esté muy lejos, bajo a 'Aponiente'". Con el horario de los trenes bien aprendido –sabe que si se sube por la mañana llega a las 14,06 y que debe volver en el de las 18,08– visita a Ángel León unas cuatro veces al año porque "de vez en cuando lo necesito. Al llegar allí me cambia el humor y es un sitio espectacular".
En sus visitas a la capital, un imprescindible en su cuaderno de ruta es 'StreetXO'. Su enorme admiración por los logros y la trayectoria de David Muñoz hace que para ella sea "un concepto divertido que consigue que la gente piense en comer y beber de otra manera".