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Campaspero, Valladolid
Largas zancadas, respiración acelerada, pulsaciones altas. Amanece en Campaspero y la Media Maratón de Santo Domingo está próxima. Desde las 9 de la mañana, vecinos locales y corredores pertenecientes a los mejores clubes de atletismo de Castilla y León recorren las empedradas y empinadas calles de la villa a todo tren. El sudor, el esfuerzo y el agua, sobre todo el agua, son los protagonistas de esta tradicional y prestigiosa cita que se celebra en la segunda quincena de julio y que cumple 36 ediciones. Familias enteras abandonan sus casas y se visten para la ocasión. Unos para correr y la mayoría para dar aliento en forma de ánimo. Pantalón, camiseta corta, dorsal correspondiente y zapatillas bien atadas para evitar percances. Todo está listo, la salida se toma desde la Plaza Mayor y el circuito recorre los lugares más emblemáticos del pueblo hasta finalizar en su lugar de origen. 20 metros, 30, 2.000... A muchos el recorrido se les hace eterno, pero no parece importarles; y es que completar, independientemente del ritmo que se siga, los pocos más de 21 kilómetros con los que cuenta la prueba es poco menos que una utopía para el hombre de a pie. Algunos desisten, otros no cejan en su empeño. Hay que llegar, aunque sea arrastras. Para los corredores amateurs, finalizarla pasa a ser una cuestión de superación, de orgullo. Unos cuantos ven recompensando su esfuerzo y cruzan la meta. La mayoría llega muy lejos de los ganadores, los denominados runners, a los que esta maratón, marcada en rojo en su temporada, les supone una buena oportunidad para medir su estado de forma. El público, como es habitual, se agolpa en la meta y, paradójicamente, es el último clasificado quien, exhausto, se lleva la mayor ovación. No es para menos, ha conseguido llegar; y eso, teniendo en cuenta el nivel y la distancia recorrida, es mucho.