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El equinoccio de primavera, a mediados de marzo, marca el tránsito del letargo invernal al despertar de la luz, el florecimiento del campo o el reverdecer de la naturaleza que despierta, y en muchos rituales prehispánicos, este paso de la oscuridad a la luz se simbolizaba mediante el fuego purificador, quemando ídolos o peleles. La tradición cristiana asimila estas costumbres y la sitúa en torno a la Pascua de Resurrección.
Los Judas apuntan esa asimilación pagana y en la figura monigoteada del díscípulo traidor dan rienda suelta a sus ansias de justicia popular. En Miguelturra se celebra hace cientos de años esta tradición que mezcla religión y paganismo. Se confecciona un muñeco con trapos, rellenos de paja y se le pasea por las calles del pueblo atado a una silla. Por las esquinas, los participantes le van rociando con un hisopo empapado en agua, a modo de bendiciones paganas, y llegado un momento le cuelgan de una soga entre dos calles. No solo con el ahorcamiento se “redime” al muñeco ingrato; una vez colgado, se desmembra entero y la chiquillería va esparciendo los pedazos hasta que no queda nada del pelele. Mientras que dura la ceremonia, los acólicos justicieros entonan dómines, que son coplillas populares de carácter satírico entonadas al estilo del canto gregoriano. Sucede la tarde del sábado Santo y el ritual dura hasta la noche. A día siguiente, el domingo de Pascua resucita la víctima del delator; el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Nada queda del infame y sus malas artes.
Plaza de España, 1, 13170 Miguelturra, Ciudad Real
926241111
http://www.miguelturra.es/