{{title}}
{{buttonText}}
1 /

Miranda de Ebro

Entre dos tierras

Compartir

Al principio, la ciudad ocupaba únicamente uno de las orillas del Ebro, pero, gracias a su desarrollo, acabó por expandirse al otro lado. Y en eso tuvo mucho que ver la construcción del puente que une ambos extremos, el de Carlos III. El visitante lo usará constantemente, ya no solo porque es uno de los pocos que cruzan el río, sino por sus icónicos leones y una situación estratégica; permite admirar las aguas del Ebro y actúa como mirador de la ciudad. Sobre todo, de uno de sus tesoros, la iglesia románica del Espíritu Santo, que observa al visitante desde uno de sus extremos.

Habrá que dejar el templo a nuestras espaldas para descubrir el resto, en un agradable paseo que nos lleva a la Plaza de España y su Ayuntamiento y a la Plaza de Santa María, donde se alza uno de sus edificios más curiosos, el Teatro Apolo, con una decoración de inspiración renacentista. También aparecen en el camino palacetes y casas solariegas, como las de las Cadenas y la de los Urbina, pero quizás la mayor sorpresa sea la explosión de naturaleza de su Jardín Botánico. Y una sugerencia: merece un vistazo la estación de ferrocarril, de estilo victoriano y una de las más antiguas del país, que tuvo mucho que ver con la condición de lugar de paso de Miranda, una urbe a caballo entre La Rioja, Vitoria y Burgos.