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Esta sabrosa ruta comienza en Ribamontán del Mar, concretamente en Somo, y más concretamente aún, en ‘Dulce y Saladito’ (Avenida de Trasmiera, 1): “Un local de 27 metros. Dentro de él, ¡puf! almacén, cocina, las planchas de las creperas, una pequeña barra con una olla de barro llena de chocolate, una cafetera de casa, el árbol de los deseos y la preciosa caja de guardar historias. Realmente era la extensión de casa. Todo muy pequeño, menos los creps”.
De esta manera cuentan los inicios de esta crepería “pequeña, con alma y con cariño”, el concepto del local, al que oriundos y turistas se acercan a merendar -y a desayunar si es lunes- o simplemente a tomar alguno de sus zumos y batidos. La variedad de creps incluyen desde el flambeado de cointreau con pepitas de chocolate hasta el pisto con huevo frito y, además, su carta de opciones sin gluten lo hacen un lugar perfecto también para celiacos e intolerantes.
Para llegar a otro lugar donde también se puede comer sin gluten hay que viajar hasta Revilla de Camargo. En ‘El Galeón by Agus y Nuria’ (Polígono Trascueto, 22) todo está libre de esta proteína, incluidos sus memorables bocadillos. El embutido leonés (ojo con el chorizo y la cecina) suele tener un papel protagonista, pero no destronan a sus guisos marineros o sus rabas, ni a sus zamburiñas o rodaballo para quien quiera darse un homenaje. Por si esto fuera poco, para aquí implica también la posibilidad de comer con los pies en la hierba, sentados en su bella terraza en plena Ría del Carmen
Y así, llegamos a Santander y sus Soletes. Allí, ‘La Braña Beer & Food’ (San Celedonio, 41) sorprende a base de una propuesta a priori sencilla: hamburguesas y cervezas. Así, se puede tomar una Black Beerger -con aros de cebolla y salsa de cervezas stout- acompañada de una lager Crips Little Thing proveniente de Sierra Nevada, o una Veggie con salsa de curry y mango y una IPA de Dougall’s en Liérganes. “Nuestro menú incluye desde hamburguesas hasta opciones para compartir”, explican desde el local, refiriéndose a, por ejemplo, a sus nachos o a sus aros de cebolla.
Aparte de la cocina y el local, atractivo y moderno, la dinámica del negocio también puede resultar interesante a muchos. Aquí se programa de todo: desde charlas sobre inteligencia artificial o simbolismo en la prehistoria -dentro de su iniciativa Pinta Cultural- hasta pinchadas de vinilo y conciertos de música y directo alguna que otra noche. Además, suelen hacer sorteos en redes sociales y poco a poco van desarrollando su sección dulce.
Cambiando totalmente de registro para aterrizar en un concepto clásico de la cocina cántabra, le toca el turno a ‘El Cruce’ (CA-236, 6), en Vega de Pas. Entre una carretera comarcal y el río Yera se encuentra este mesón donde la tradición manda pedir su guiso estrella. Pero además de ser, para muchos, uno de los mejores sitios para tomar cocido en Cantabria -aquí, montañés-, organiza unas también memorables jornadas de matanza y, para los golosos, sería recomendable que no olvidaran pedir la quesada: es casera y puede que incluso la encuentres recién hecha. Uno de esos menús del día tras los que seguir camino sintiendo agradecimiento.
De vuelta a la costa, ‘El Castillo de los Locos’ (Acacio Gutiérrez, 141) sirve comida también a los clientes que no pernoctan en el hotel, para alegría de los que pasan por Suances. En una acantilado frente a la playa considerada la meca del surf en Cantabria, su amplia terraza a la sombra del icónico torreón es uno de los lugares más cotizados en la zona desde la primavera, donde los platos apetecibles se sirven durante todo el día: huevos fritos con bacon a la hora del brunch, un chocolate para la merienda en las tardes nubladas o una amplia carta para comidas y cenas: preparan costilla asada a fuego lento o pad see y también varios tipos de tortilla: de jamón con alioli o de rulo de cabra y cebolla caramelizada, por ejemplo.
Después de tan variados escenarios y filosofías, llegamos a la última parada de este viaje, situada en la zona de Liébana. En Potes se encuentra ese desván casi mágico que es la sala de ‘El Cenador del Capitán’ (Cervantes, 3): un espacio donde comer revuelto de huevos ecológicos con morcilla, paté de potes de jabalí o venado, o carpacho de Tudanca. Además de un afamado cocido -en este caso lebaniego, claro- tienen menú para niños y peregrinos y todo, con unas vistas impagables entre el Puente de la Cárcel y la Torre del Infantado.
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