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Todos los castillos tienen sus fantasmas. Y el de este, que encumbró la serie 'Juego de Tronos', es una joven princesa musulmana, llamada Zayda, que se aparece cada 28 de marzo en sus balcones o almenas. Abrid bien los ojos, porque es la temporada de apariciones.
Fue desde allí, desde el Balcón de la Torre del Homenaje, donde se avista toda la Campiña Cordobesa y la vega del río Guadalquivir –que hace siglos era navegable–, donde la princesa vio regresar solo el caballo blanco de su amado, el del príncipe Fath Al-Mamut, que había fallecido en una batalla contra los almorávides. En la mazmorra de esa misma torre la princesa fue encerrada por los enemigos, donde murió de pena y dolor un 28 de marzo, con la primavera vibrando con sus colores en los alrededores del imponente castillo.
Mientras nos acercamos con el coche a Almodóvar del Río, la fortaleza es la gran protagonista en lo más alto de una colina enorme. Es increíble que esté ahí desde el año 760. El pueblo blanco se derrama por su ladera brillando al sol y en los asientos de atrás del coche, una princesa Zayda de solo 3 años, ataviada para la ocasión, y un joven caballero de 6 años –que ha preferido no disfrazarse para la visita– escuchan atentos algunas de las historias de este lugar que les voy adelantando para que sitúen la fortaleza y la imaginen en su época de mayor esplendor, el Califato omeya de Córdoba: fue Abderramán III quien la refuerza y la engrandece para mayor gloria del Califa.
Aunque se tienen referencias de esta ciudad ya desde época romana –Almodóvar del Río llegó incluso a acuñar su propia moneda y comercializó con otras ciudades, incluida la propia Roma–, no es hasta la llegada de los musulmanes a la península cuando se construye por primera vez un castillo, o al menos el primitivo castillo que hoy vamos a visitar.
Después de ascender con el coche hasta la misma puerta de la fortaleza, donde está el aparcamiento, un fabuloso portón enorme se abre para recibirnos. Rocío Aceña, la directora del conjunto, nos acompañará y nos hará las veces de guía. "De momento estamos los justos hasta que podamos volver a la normalidad", nos cuenta. Y para nuestra sorpresa, varias princesas Zaydas andan ya por el recinto de la mano de sus padres. "Como podéis ver este es un plan perfecto para las familias con niños: al aire libre, 100 % seguro, con todas las medidas y protocolos establecidos y una aventura para ellos que no podrán olvidar", comenta la directora.
Al pasar por la taquilla, todos los niños reciben unos divertidos planos y un lápiz en el que deberán ir indicando, con ayuda de los mayores, cuáles son las numerosas torres que van recorriendo por el castillo y contestando algunas preguntas. A los niños les parece una buenísima idea. Y el entusiasmo, mapa en mano, es visible en la cara de los más pequeños. "Si conseguís el reto al final de la visita os doy un regalito", les explica la guía. "Eso ya son palabras mayores", dice uno de los padres mirando cómo los niños se frotan las manos dispuestos a empezar.
"Hemos lanzado esta nueva iniciativa ahora y la verdad que está teniendo mucha aceptación porque los niños se involucran muchísimo más en la visita", explica Rocío. "Está muy bien la fantasía y la imaginación, pero queremos que cuando se marchen de aquí sepan dónde han estado y para qué servía y cómo se vivía en un recinto como este. Estos planos con actividades sirven para todo esto y a ellos les encanta", señala.
Dicho y hecho. La primera gran clase de castillo está a solo unos 20 metros. Una enorme catapulta preside la primera rampa de entrada. "No es original", pero lo parece. "Es una reproducción que se usó para rodar un anuncio de la cerveza Budweiser, que se emitía antes de los partidos de la Super Bowl, y que cedieron al castillo una vez finalizado el trabajo", comenta la guía.
"Pero papá ¿no atacaban con tanques?", escuchamos preguntar a uno de los niños que viene en nuestro grupo. Su padre se ríe y a continuación la guía le explica pacientemente que para asaltar el castillo estas maquinarias arrojaban piedras y animales muertos para crear infecciones a los defensores de la fortaleza. "En el interior, en una de las salas de la Torre Cuadrada encontraremos dos maquetas que terminan de darnos una visión de cómo era un ataque", explica.
El castillo es un viaje al medievo espectacular. Todos los que aquí trabajan –y los que llevaron a cabo las obras de restauración a comienzos del 1900– son gente del pueblo. "Este castillo está restaurado desde hace más de 100 años pero tiene un mantenimiento diario y es lo que permite que esté así de impecable", cuenta Rocío, mientras recorremos pasillos y disfrutamos de unas vistas espectaculares con el río de fondo.
A medida que andamos en este intrincado laberinto de torres y pasillos, los niños van apuntando los números en sus mapas: Torre Cuadrada, Torreón del Moro, Torre Redonda… y así hasta llegar a la más alta, la Torre del Homenaje. "Pero, ¿dónde está la mazmorra?", preguntan los niños nerviosos que ya han oído hablar de este oscuro lugar y quieren ir directos a él, sin pasar por otros sitios. Tenemos que hacerles caso porque están enloquecidos y la guía accede. "Cuando entremos a la Torre del Homenaje encontraremos el Salón del Rey, y ahí hay una escalerilla pequeña a la derecha que baja hasta la mazmorra", señala.
"¡Vamos!", gritan los niños que salen corriendo hacia la mazmorra. Junto a la Torre del Homenaje una exposición de los trajes de 'Juegos de Tronos' recuerda la serie, omnipresente en el castillo. Por todos los rincones se explican qué escenas fueron aquí grabadas y en qué episodios salían. En el Salón del Rey, junto al balcón de la estancia donde todo el mundo se saca el clásico selfie del castillo, unas escaleras oscuras conducen a la temida mazmorra. Los niños ya han bajado.
"¿Eso es una araña de verdad?", pregunta uno de los pequeños cuando ya estamos abajo. Una araña del tamaño de un puño de adulto se encuentra posada encima de una cadena gigante que abriría la compuerta de la mazmorra. Bajo la compuerta, transparente, se avistan algunas reproducciones de calaveras y huesos para indicar que ahí era donde los menos afortunados terminaban sus días.
"En las paredes encontramos reproducciones de grabados de presos que estuvieron aquí cautivos (datados del siglo XIV). El grosor de los muros, sobre los que vemos grilletes y cadenas para la tortura, tienen entre 2,5 y 3 metros, por lo que fugarse de aquí era prácticamente imposible", indica la guía por si alguien tenía la más mínima duda. Los niños tienen los ojos como platos. Seguro que a más de uno esta escena no se le va a olvidar tan fácilmente.
"¿Sabéis qué otro uso tuvo la mazmorra?", pregunta Rocío a los niños sacándolos de nuevo de sus fantasía. "Pues resulta que el rey Pedro I la usó para salvaguardar su tesoro. Cuenta la leyenda que el rey mandó traer una araña gigante del norte de África para que todo el que entrara aquí con intención de robarle el tesoro fuera atacado por ella", explica mientras los niños miran temerosos el peludo animal –¡sí, parece real!–, posado sobre una cadena en alto listo para lanzarse sobre nuestras cabezas. "¿Pero te ataca de verdad?", preguntan los más pequeños que no acaban de sentirse del todo seguros dentro de la mazmorra y menos con este "animal" ahí encima, vigilándolos. "Esta es de mentira pero una araña de este tamaño estaba aquí", comenta la directora.
Cuando subimos de nuevo al Salón del Rey, Rocío nos cuenta que era en este preciso salón donde los caballeros se hacían vasallos del rey a cambio de auxilio. "Esta es la torre más alta de todas, seguida por la Torre del Maestre. Tiene 33 metros y, si os fijáis al salir, la fachada principal está presidida por el escudo de Castilla, del que se cree que data de la época de Alfonso XI".
Pero mucho mejor que ser vasallo es ser el mismísimo rey, así que Rocío nos conduce a ver si alguno de nosotros somos capaces de sacar la Espada del Rey Arturo, Excálibur, forjada por el famoso mago Merlín. A nuestro alrededor, una interesante exposición de espadas recorre todos los modelos, desde la Falcata ibérica hasta la actual espada de la caballería española. "Entre ellas también hemos decidido mezclar algunas espadas mitológicas. A los niños y a los mayores les encanta": espadas de la Legión romana, de los bárbaros, la de Carlomagno, la de los vikingos, los alfanjes árabes, las tizonas españolas, la de Robin Hood, la de Cristóbal Colón, la de Ivanhoe, el mandoble de los Reyes Católicos… son solo algunas de ellas. Interesantísima colección.
Los niños uno detrás de otro intentan sacar la espada a ver quién es digno de Excálibur. Pero no hay suerte. Y algunos mayores aprovechan la ocasión para sacarse la clásica foto. "¡Mira, ahí está la espada de Odín, el padre de Thor!", se dicen los niños, y suponemos que son personajes que ahora vuelven a estar de actualidad en algunos videojuegos de esos que no controlamos. "Esa espada debe pesar lo mismo que tú", le dice un padre a uno de los niños. Y mientras ellos siguen admirando los modelos de estas herramientas de lucha cuerpo a cuerpo, los mayores disfrutamos entre las almenas de las vistas del conocido como Bastión de Andalucía, un castillo estratégico entre Córdoba y Sevilla, y sobre todo, de los primeros rayos de sol de la primavera aunque el viento sea frío.
Una torre, y otra torre, y otra… muchas de ellas tienen accesos por escaleras que ascienden y ascienden, escalones a veces enormes para las piernas de los más pequeños, pero que a ellos les parecen lugares secretos y salvan sin mayor problema entusiasmados con sus mapas en mano. "Aquí nos vamos a venir a vivir, verás qué tipo se nos queda", se oye decir a una mamá. Según indica un cartel, en una de las escenas de Juego de Tronos, Jaime Lannister recorría la Torre de Alto Jardín en esta misma torre que asciende… "¡Guau, qué alto!", dicen los niños cuando por fin llegamos arriba. "¡Cuántas escaleras!", comentan los adultos. Diferente visión, sin duda.
Las princesas de tres años aprovechan para hacerse fotos como si vinieran los caballeros por la Campiña Cordobesa, aunque a ellas les importan más bien poco esos supuestos caballeros y terminan divirtiéndose más con los efectos del aire sobre sus faldas. Como si fueran unas pequeñas Marilyn en lo alto de un castillo.
Un mapa sobre un mirador, aún más alto, nos indica todo lo que puede verse desde aquí. Desde Medina Azahara, en Córdoba; a localidades como Montemayor, Guadalcázar, Fernán Núñez, La Victoria, La Carlota, Fuente Palmera y Posadas. "Vale, ahora a bajar tranquilitos", dicen los niños que prefieren estar todo el rato en movimiento. Arriba, abajo… corriendo. Menos mal que todo, absolutamente todo, está pensado a prueba de niños y por más que observamos no hay ningún tipo de peligro.
Entramos en una de las torres, la del Maestre, con una sala muy amplia donde encontramos a una familia haciéndose la sesión de fotos para la comunión. Desde luego el resultado será original, no cabe duda. Estos ventanales son otro de los lugares más fotografiados del castillo y, asomados por ellos, vemos subir un grupo de ciclistas que vienen pedaleando sin descanso desde el pueblo blanco. Seguimos hacia la Torre de la Escucha, la más pequeña, que jugaba el papel de lugar para avisar del ataque enemigo. "Desde aquí alertaban de los ruidos más sospechosos. Data del periodo almohade, del siglo XII", explica la guía. "¡Es la torre 7!", dicen los niños, ocupados en rellenar sus mapas como es debido. Han de resolver qué torre es cada una y acaban de dar con una de las últimas.
Pero ya en la próxima torre, cuando nos encontramos armaduras, escudos, ballestas, guanteletes, manguales, hachas, yelmos, calfatas, espadas… los mapas pasan a un segundo plano."¡Esta es mi talla!", dicen algunos, y casi tenemos que sostenerlos para que no se lancen a probarse todos estos complementos de lucha con los que sueñan vestirse algún día. "Algunos de estos escudos son de Juego de Tronos", dice uno de los visitantes. "Aunque estos leones me suenan también de la heráldica española, que hay muchos de ellos también", reflexionamos los adultos.
Después de recorrer todas las torres, terminamos tomando un refresco en el patio de albero viendo alguna proyección sobre el castillo y paseando por la capilla y el salón medieval. Los niños siguen corriendo por todos los pasillos ultimando la información que han de poner en sus mapas. Ya en la puerta, la guía los recoge con solemnidad y les da el regalito esperado, unas chapas de recuerdo de las mascotas del castillo: el fantasma de la princesa Zayda y de Don Men Rodríguez de Sanabria, el mayordomo del Rey. Para ellos es un regalo maravilloso que se ponen enseguida saliendo por la puerta orgullosos de su hazaña.