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Canarias desconocido

La esencia natural de El Hierro y La Palma

Actualizado: 12/11/2015

Cada una de las siete islas que forman el archipiélago canario tiene una personalidad única. Entre todas ellas, El Hierro y La Palma destacan por su carácter salvaje, donde en lugar de grandes núcleos urbanos encontramos parajes de naturaleza en estado prácticamente virgen. Son islas para disfrutar con los cinco sentidos, atentos a cada regalo que la naturaleza nos hace: acantilados, calas, volcanes, lagunas, montes escarpados, bosques submarinos... Un paisaje único y excepcional en el que vale la pena perderse.

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Italia no es el único lugar con forma de bota, también tiene esta peculiar geografía El Hierro que, con 57.000 hectáreas de territorio, es la más pequeñas de las Islas Canarias. Aunque podemos recorrer la isla de punta a punta en solo 50 kilómetros, lo cierto es que podríamos tardar años en conocerla si nos parásemos a observar cada rincón de su enrome riqueza paisajística y biológica, y es que por algo El Hierro fue declarada en año 2000 Reserva de la Biosfera por la Unesco.

Nuestro viaje por la isla puede empezar en su capital, Valverde, una tranquila ciudad asentada sobre una montaña a 700 metros sobre el nivel del mar. La mayor parte de los cerca de 10.000 habitantes de El Hierro viven aquí. Pasear por sus empinadas callejuelas es una forma inmejorable de entrar en contacto con la cultura isleña. La iglesia de Santa María de la Concepción, del siglo XVIII, es uno de los lugares de visita obligada junto al Centro Etnográfico Casa de las Quinteras, un museo donde podemos conocer el trabajo artesano que han realizado los herreños durante siglos.

Sumergirse en la naturaleza herreña

Valverde es el centro de operaciones perfecto desde el que partir a disfrutar de los infinitos atractivos de El Hierro. Durante el camino hacia cualquier punto de la isla debemos estar atentos al paisaje que nos rodea, con impresionantes acantilados, laderas negras de roca volcánica, exuberante vegetación y árboles tumbados por la fuerza del viento. Si las cámaras todavía llevaran carrete, la visita a esta isla nos saldría por un buen pico en la tienda de fotos.

Nuestro primer destino puede ser el municipio de El Monacal, donde podremos visitar un antiguo asentamiento de casas de piedra seca y tejados de paja de centeno situado junto a un acantilado, se trata del Pozo de las Calcosas, al que se llega tras caminar por un estrecho sendero. Aquí también podremos disfrutar de uno de los grandes atractivos de la isla: las piscinas naturales de origen volcánico.

De hecho, si lo que nos apetece es darnos un buen baño, El Hierro es el lugar idóneo. Su escarpada orografía no permite que existan extensas playas pero sí pequeñas calas y lagunas naturales de gran belleza como el Charco Manso, al norte, o el Charzo Azul, al suroeste. Los amantes del buceo, además, tienen aquí su propio paraíso submarino. Con una temperatura del agua media de entre 18 y 25 grados todo el año, bucear en las cristalinas aguas de La Restinga o el Mar de las Calmas, es un auténtico placer.

El Charco Azul. Foto: David Olivera. Cedida por: Cabildo Insular de El Hierro.
El Charco Azul. Foto: David Olivera. Cedida por: Cabildo Insular de El Hierro.

Tierra de contrastes

El Hierro emergió, como el resto de las Islas Canarias, fruto de la actividad volcánica. De hecho, en la isla existen cerca de 800 volcanes y es todo un referente de estudio para geólogos de todo el mundo. Esta zona es un espectáculo de contrastes, con enormes acantilados de hasta mil metros de altura frente a zonas montañosas. Un lugar idóneo para observar este peculiar paisaje es el Malpaso, la cota más alta de la isla, con 1.500m de altitud. Desde aquí podemos ver el gran contraste que existe en El Hierro, desde las zonas de lava negra petrificada, hasta los verdes bosques –de laurisilva, hayas, pinos y encinas- pasando por campos frutales y viñedos.

La Palma, con sello propio

La Palma es la otra gran isla virgen de las Canarias. Con solo unas horas en ella, es fácil entender por qué ésta es conocida como la ‘isla bonita’. Su naturaleza, casi intacta, es un auténtico tesoro y la Caldera de Taburiente la joya de la corona que ningún amante del senderismo puede perderse. Este Parque Natural tiene una forma única, con un circo de 8 kilómetros de diámetro formado a través de múltiples erupciones volcánicas, deslizamientos y la erosión del agua y el viento.

La Caldera, se encuentra en una inmensa depresión rodeada de cumbres con picos como El Roque de los Muchachos, Pico de la Cruz, Piedra Llana, Pico de la Nieve y la Punta de los Roques, todas superiores a los 2000 metros. Gracias a este aislamiento, en su suelo volcánico se conservan numerosos endemismos canarios, como la rara violeta de la Palma y la jara. Es fácil también encontrar reliquias del Terciario, grabados rupestres y petroglifos, por lo que acabamos sintiendo que caminamos sobre la historia de la tierra, sólo faltarían los dinosaurios para sentirnos como en un auténtico Jurassik Park español.

Caldera de Taburiente.
Caldera de Taburiente.

Pero la belleza de La Palma no solo está bajo nuestros pies sino también sobre nosotros y es que en esta isla encontramos uno de los mejores cielos para la observación de estrellas. De hecho, en el Roque de los Muchachos, a 2.420 metros de altitud en el municipio de Garafía, se encuentra uno de los observatorios de astrofísica más importantes del mundo. Si viajamos en pareja, éste sería un lugar idóneo para la petición de mano más romántica del mundo…

La isla, además, nos ofrece un importante legado cultural, el de los guanches, aborígenes que ejercían el pastoreo en el interior de la Caldera y que han dejado testimonio en cabañas y grabados en la roca, así como restos de cerámica y monolitos funerarios como el Roque Idafe. Por último, en Santa Cruz de la Palma, capital de la isla, podemos ver construcciones renacentistas de aire colonial, así como un casco viejo declarado Conjunto Histórico-Artístico.

¿Un consejo? Lo mejor para saborear La Palma son los altos en el camino. Parar en el ascenso a cualquier pico, bajar del coche y respirar el paisaje que tenemos frente a nosotros, con las nubes a nuestros pies y sintiéndonos prácticamente en el cielo, es una experiencia única.