Javier y Sergio han cumplido el sueño de unir el cielo de Barcelona con el de Madrid. Tras conquistar la Ciudad Condal, los gemelos aterrizan en la capital con un nuevo restaurante que ocupa las antiguas caballerizas del Palacio de los Duques y cuya carta apuesta por un producto de temporada con toques castizos y recuerdos a su abuela Catalina.
Para los hermanos Torres el cielo de Madrid no se encuentra sobre los rascacielos de la ciudad, sino más bien a pie de calle, en pleno Barrio de los Austrias, donde unas antiguas caballerizas del siglo XIX han sido transformadas para cumplir uno de los grandes retos de estos dos cocineros catalanes: abrir su 'Dos Cielos' en la capital.

Vestidos con chaquetillas blancas, vaqueros y deportivas, Javier y Sergio Torres reciben con copa de cava en mano a los primeros invitados que llegan al comedor. Situado en el interior del Gran Hotel Meliá Palacio de los Duques, para acceder al restaurante hay que atravesar el Jardín Histórico del Palacio, un lugar emblemático que hace años servía como patio de recreo del colegio de monjas que también ocupó las antiguas caballerizas. “Este lugar nos enamoró, su historia, su emplazamiento, todo. Es un sitio muy emblemático y desde el principio nos dio muy buena energía. Por eso decidimos abrir aquí nuestro Dos Cielos”, nos cuenta Javier.

El restaurante se divide en dos plantas que ofrecen distintos ambientes. La planta baja conserva los suelos graníticos originales de las caballerizas situados a medio metro de profundidad y visibles a través de un suelo de vidrio transparente. Varias mesas ocupan este espacio con capacidad para unas 30 personas.
Los muros de ladrillo rojo, las vigas vistas y las lámparas francesas tipo Potence aportan una estética industrial y acogedora que invitan a alargar la velada. El toque más íntimo lo dan las pequeñas mesas pegadas a los ventanales con vistas al Jardín Histórico, uno de los rincones favoritos de Sergio. “Estas mesas tiene mucha magia. De día y de noche. Según la luz, se convierten en un rincón bucólico, idílico y muy bonito”.

La buhardilla es otro mundo, un rincón que muestra el lado más personal de los hermanos Torres. Varias bandoleras de caballos de las pinturas de Velázquez decoran este reservado para 20 personas que emula el salón de una casa. Dos elementos llaman rápidamente la atención: la gran mesa imperial construida con las vigas del antiguo edificio que ocupa el espacio central; y el armario de la abuela Catalina, llena de fotos familiares de los hermanos Torres y varias piezas de la vajilla que perteneció a la familia. “El armario de la abuela con sus cacharros no podía faltar en este restaurante. Forma parte de nosotros. Queremos que la gente se sienta como en su casa, que se dejen llevar y disfruten de la comida y la bebida que servimos”, cuenta Javier, que junto a su hermano han sido partícipes de todos los detalles decorativos del restaurante.
