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Beas de Segura

Encanto serrano

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Es la puerta de entrada al Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. El río Guadalimar se encarga de dibujar los límites de sus fronteras antes de dejar que el río Beas y el Arroyo de Valparaíso los desdibujen, ante la atenta mirada de los altos picos rocosos de más de mil metros de altura. Aquí, las calles sinuosas fluyen, imitando el cauce de los ríos, ejerciendo de guías turísticas y mostrando el legado medieval de algunos edificios, como la Antigua Carnicería o el Juzgado.
La plaza de San Marcos, célebre por los encierros que se viven en ella durante las fiestas del patrón de Beas de Segura, desemboca en los bellos portales floridos de la calle Albaicín, lugar donde es obligatorio poner el objetivo de la cámara fotográfica antes de posarlo sobre los balcones de forja de las casas de la Plaza de la Constitución, en Los Portalillos o en los bellos jardines del Parque de Beas, Premio Nacional de Turismo de Embellecimiento de Pueblos, gracias a la torre del estanque que habitan los patos.
La calle Tobazos es el presagio de una interminable sucesión de escaleras, que desemboca en la casa de los Sandoval, una vivienda solariega del s. XV, que luce en su fachada el escudo de la villa.
Una auténtica superviviente es la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que sufrió el impacto de la derrota de Bailén en sus cimientos y hubo de ser reconstruida, dejando que un impresionante fresco tomara el protagonismo de la fachada. Santa Teresa de Jesús llegó hasta aquí para fundar su primer convento en Andalucía, el santuario carmelita en el que se recluyó, durante tres meses, antes de seguir su camino atravesando el Puente Mocho y dejando, tras de sí, una larga tradición de novicias que aún perdura. Compartió su predilección por el templo, hoy considerado bien de interés cultural, San Juan de la Cruz, que fue su director espiritual y también recaló en la cercana ermita del Calvario. Las civilizaciones íbera y romana también dejaron su legado en el yacimiento de las Terrazas del Guadalimar y los restos de un gran castillo medieval, en los alrededores de la calle Cantón del Carmen, dan fe de que la villa estuvo muy bien defendida. 

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