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Burgui/Burgi

Sabores añejos

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Veterano, noble y con pedigrí, el pueblo navarro de Burgui viste su patrimonio turístico de un regusto añejo que el verdor del Valle de Roncal, a las puertas de los Pirineos, se encarga de refrescar para el paladar del visitante. Si buscamos las esencias más antiguas de ese sabor, deberemos guiar los pasos al puente romano de Burgui, que nos da la bienvenida a la entrada del pueblo, ofreciendo una estampa bucólica con el marco de rocosas montañas de fondo. Es una invitación a bebernos el Burgui sin moderación. Y para ello, necesariamente, deberemos visitar los restos de su castillo. El pueblo era un paso estratégico, una frontera con Aragón que tenía en dicha fortaleza el lugar vital para su defensa. En su día vio librarse sangrientas batallas. Hoy son solo recuerdos cobijados en los restos de piedra que aún vemos. Mucho más entera, levantada seguramente con parte de esas mismas piedras, la vecina ermita de Nuestra Señora del Castillo nos trae de vuelta al presente. Y, sin salirnos del patrimonio religioso, otro trago de historia de Burgui se sirve en la iglesia de San Pedro, reserva del S. XVI, en cuyo interior se guarda el valioso órgano del Monasterio de Leyre.

Los sabores del Burgui, lo hemos dicho, están cargados de historia, pero para apurar a fondo el pueblo deberemos probar una fiesta igualmente tradicional pero mucho más movida: la de la Almadía. Así se llamaba a las balsas de troncos en las que se solía transportar río abajo la madera, desde los bosques de los valles del Pirineo hasta sus lugares de venta. Hoy ese rafting centenario, pura esencia de Burgi, se recrea cada año en un festejo declarado de Interés Turístico Nacional.

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