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Lucena del Puerto

Un cristiano a orillas del río Tinto

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Érase una fortaleza habitada por íberos que la historia del río Tinto recuerda. Lucena, la llamaban, e hicieron de ella más que un edificio inexpugnable: la convirtieron en una población de tierra fértil que visigodos y romanos estuvieron orgullosos de conocer. Rociada de restos megalíticos, fue el hombre cristiano, sin embargo, quien más se dio a la tarea de recordarle por los siglos de los siglos a quién debe especialmente su expansión, lo que queda bien patente en el Azulejo de la Santísima Trinidad, encajonado en la fachada de una de sus casas; el monasterio de Nuestra Señora de la Luz (convento de la Luz), la iglesia de San Vicente el Mártir y dos capillas a Santa Cruz de Mayo. Hasta las Fiestas Patronales a San Vicente Mártir, el Romerito y la Fiesta de las Cruces de Mayo llevan impresos en su esencia un memorándum cristiano. Pero la Lucena del s. XXI camina también con la naturaleza por el Parque Natural de Doñana, el Paraje Bajada del Andrés, el Pinar de Santa Catalina, las Lagunas del Abalario y los montes Valpajoso y Madrona; además vigila en la Torre del Oro, y viste su gastronomía con una bandera tan onubense como los pestiños, los revoltillos, los amarguillos, las caballas asadas, las tortas de manteca y la caldereta de liebre.

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