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Roda de Berà

Cóctel de playa, patrimonio y fantasía arquitectónica

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¿A qué sabe Roda de Berà? Si pudiéramos de alguna forma destilar su esencia obtendríamos una amalgama de distintos ingredientes que tendría un predominante sabor de playa, servido con generosidad a lo largo de tres kilómetros, conviviendo con un superficial regusto pesquero y, de fondo, unas muy antiguas reminiscencias romanas de corte imperial. Lo bueno para el visitante en que esos ingredientes pueden ser fácilmente aislados. No habrá ningún problema, por ejemplo, para saborear sus numerosas playas, el principal reclamo turístico del municipio. Son de arena fina y dorada, alineadas a un lado y otro del puerto deportivo, y fácilmente accesibles, ocupando la mayor parte del litoral.

El mencionado toque marinero lo proporciona el Roc de Sant Gaietà, una bucólica urbanización diseñada en los años sesenta del siglo XX al modo de un pueblo de pescadores. Este barrio reproduce estilos arquitectónicos clásicos, como el gótico o el mudéjar, alternándolos con construcciones que imitan edificios típicos de todas partes de España: masías catalanas, patios andaluces… El conjunto tiene algo de parque temático, lo que no hace sino reforzar un atractivo turístico, y el paseo por sus calles, con la costa mediterránea asomando en lo bajo, es un modo relajante de apurar el día en Roda.

En el interior, justo en la otra punta del municipio, sorprende una construcción mucho más antigua, el Arco de Bará. Roda se encontraba próxima a la Vía Augusta romana y esos antiguos conquistadores dejaron de recuerdo este monumento que puede contemplarse a la entrada del pueblo. Es el sabor que completa el cóctel.

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