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Miel de Liébana. Rubén Varona

Miel de Liébana (Cantabria): Colmenares de Vendejo

Colmenas a los pies de los Picos de Europa

Actualizado: 07/04/2017

Leche, quesos y miel. La Trinidad de la gastronomía lebaniega, presente en casi todas las familias de esta comarca enclavada en los Picos de Europa. Sin embargo, hasta hace pocos años la miel de Liébana no ha tenido el reconocimiendo y protección de la Denominación de Origen, que acoge a tres apicultores jóvenes que han tomado el testigo de la tradición. Entre ellos, Rubén Varona, productor de Colmenares de Vendejo.

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Rubén Varona es guarda forestal en el Parque Nacional de los Picos de Europa. "No cambio estas montañas por nada. No sabéis lo que os perdéis los que vivís en Madrid. Mi hermana aguantó allí un par de años, pero yo no resisto ni un par de días", confiesa. No puede negar su devoción por el Valle de Liébana y, quizás por eso, decidió dedicarle también su tiempo libre a un oficio que ya desarrollaban sus padres en la zona, la apicultura. "Nos criamos rodeados de abejas. Somos la segunda generación de una familia que hace miel artesanalmente desde hace 40 años", señala. Ese recuerdo de la infancia creció hasta alcanzar las 400 colmenas que producen para el sello Colmenares de Vendejo.

Detalle de un panel de abejas produciendo miel
La producción anual en la D.O. Miel de Liébana ronda los 15.000 kilos.

La apicultura es típica en esta comarca desde hace siglos. Al principio, el cuidado de las abejas se potenció con un objetivo distinto: la creación de cera, que tenía muchas más salidas comerciales. Las primeras referencias a la colecta de miel se recogen en documentos del siglo XVI, en los cuales se daba cuenta de los diezmos a recabar por la Iglesia en España. También en el Catastro de España del Marqués de la Ensenada se demuestra que los lebaniegos han extraído la miel de sus colmenas desde el siglo XVIII.

"Actualmente puede haber en Cantabria alrededor de 32 apicultores, pero solo tres producimos miel de Liébana", cuenta Varona. La Denominación de Origen es todavía muy joven; en funcionamiento desde febrero de 2013, pone a la venta cada año unos 15.000 kilos de miel. Entre los requisitos que se exigen para formar parte de la misma es indispensable que la producción, extracción y envasado se realice en esa comarca cántabra. "A veces se practica la trashumancia de las abejas, cerca de San Vicente de la Barquera, aprovechamos la floración de los eucaliptos de la costa para adelantar la producción", puntualiza.

Rubén Varona cuenta con unas 400 colmenas en sus fincas de Colmenares de Vendejo.
Rubén Varona cuenta con unas 400 colmenas en sus fincas de Colmenares de Vendejo.

El resultado es una miel rica en hierro, de color ámbar oscuro, con tonos marrones-rojizos, un aroma floral pesado y un gusto ligeramente amargo y persistente. "Si os fijáis bien, tiene una consistencia pastosa, casi granulosa. No tiene nada que ver con las mieles de supermercado, que caen ligeras", explica mientras se coloca su traje de apicultor. "El 76 % de las mieles que se venden en las grandes superficies están adulteradas. Llevan una gran cantidad de glucosa y han sido tratadas con un proceso de ultrafiltración que no solo elimina impurezas, como los rastros de cera, sino también todo el polen", añade. "De esa manera, es imposible rastrear su origen y los restos de contaminación".

Las picaduras diarias

Esa es una de las razones por las que crearon la Asociación para el Fomento de la Miel de Calidad. "Queríamos hacer algo para acabar con la piratería. La gente tiene que saber qué se está llevando a la boca", reivindica Varona. A pesar del intrusismo y de que no se trata de su principal ocupación, este joven apicultor confiesa que se puede vivir "perfectamente" de las colmenas. "Aquí la tradición es tener ganado, vacas, pero las abejas son mucho más rentables", apostilla.

Abeja posada sobre una flor rosa
Las abejas son, en este momento, "más rentables" que las vacas en el campo, según Varona.

Las suyas, en concreto, han demostrado ser auténticas supervivientes. "El año pasado tiraron un cohete en las fiestas del pueblo y tuvimos un incendio", recuerda. Afortunadamente sólo se quemó una colmena. Era justo el tiempo de la cosecha. "Procesamos la miel en septiembre -en un pequeño taller en Cabezón de Liébana- y, a partir del néctar que recogen las abejas, distinguimos dos variedades: miel de mielada y miel monofloral de brezo", específica.

Ambas variedades aparecen en históricos recetarios y aún hoy tienen un lugar protagonista en productos de la gastronomía cántabra como el merdoso, los frisuelos y el orujo con miel. A diferencia de otros edulcorantes, la miel contiene sustancias fitoquímicas que aportan un valor añadido, especialmente como antioxidante y antiinflamatoria. "Siempre se ha dicho que la miel de brezo tiene propiedades medicinales para la garganta y como diurético", comenta este colmenero. Él, en cambio, se enfrenta cada día a lo peor del oficio: las picaduras. "No hay una jornada que no me lleve tres o cuatro, pero yo ni lo noto. Es peor para mi mujer, que tiene alergia..."

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