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Aia

Naturaleza y alma expandida

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Al ser humano le gusta el espacio, dar largos paseos, perder la mirada en el infinito, poder expandirse. Está claro que ese es el máximo lujo para quien busque sosiego. Entonces, ¿existirá algo más relajante que un pueblo cuyos dos mil habitantes se reparten por una superficie de 55 kilómetros cuadrados, en medio de un parque natural? Y, para rematar la jugada, con salida propia al mar. Ese pueblo es Aia, en Guipúzcoa, un lugar donde la naturaleza y las tradiciones se han conjurado para añadir bienestar a sus visitantes.

El ingrediente más visible de este cóctel es el Parque Natural de Pagoeta, con los bosques de hayas y las zonas de pastos sucediéndose a lo largo del municipio y sus barrios, hasta los pies del casco principal. Desperdigados a lo largo de esa alfombra verde encontramos una serie de monumentos que surgen inesperados en mitad del campo, sorprendiendo aún más nuestra vista. Es el caso de iglesias como la barroca San Miguel Arcángel, en Laurgain, a tres kilómetros del casco; o San Juan Bautista de Iturriotz, en Irutetaegia; pero también caseríos como Aizpitarte o Iturriotz. En Aia se localiza además otro espacio natural al que la mano del hombre dotó de valor: la cueva a Altxerri, una joya del arte rupestre que tiene consideración de patrimonio de la humanidad.