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Bakio

Un mar entre montañas

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El río Zarraga a un lado, el Ondarra al otro y un valle por recorrer. El verde se amontona en Bakio y el pequeño y decidido Ondarra se lleva la palma. Tras sortear las escarpadas montañas, el caudal termina desembocando en su extensa playa, conformando una singular estructura que convierte a este pueblo vasco en uno de los más bellos del norte peninsular. De tradición costera por excelencia, Basigo de Bakio, como se llamaba en el pasado, tenía en la pesca y en los molinos hidráulicos sus principales señas de identidad. Ahora, los tiempos han cambiado y Bakio ha sabido reinventarse hasta volverse agrícola. Conocida por ser la principal productora del famoso ‘Txacolí’, es rica en patrimonio. Ahí, sobresale la Parroquia de Santa María de la Asunción, del siglo X, y ubicada en el casco antiguo; la de Andra Mari, del XVI, o la iglesia románica de San Pelaio. Los palacios y museos también reclama su cota de importancia, destacando entre estos últimos el Etnográfico de Eneperi o el Zintziri Errota, de índole industrial. Al final del valle, lejos del bullicio, se encuentra su puerto. Plagado de tradición, guarda multitud de historias y leyendas marinas que permanecerán para siempre ocultas. En honor a las mismas, una escultura de dos velas entrelazadas preside el muelle, que mira desafiante al embravecido Cantábrico. Un mar que también forma parte de su historia.