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Carmona

Abolengo y orgullo histórico entre callecitas blancas

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Las actuales calles blancas y estrechas que nos reciben en Carmona nacieron en la Edad Media, pero se asientan sobre el organizado urbanismo que trazó aquí el Imperio Romano. No en vano, Carmona contó con las simpatías de Julio César, que dio a la ciudad el estatus de municipio y el derecho de acuñar moneda. Bajo esta civilización, la localidad vivió uno de los periodos más brillantes de su historia y sus huellas son perceptibles hoy en las dos puertas principales del recinto amurallado, la Puerta de Sevilla y la Puerta de Córdoba. También en el Anfiteatro que se conserva, aunque sin duda el legado romano más notable y único en su género es la Necrópolis, situada en las afueras de la ciudad.

Hoy, un conjunto de iglesias, palacios y murallas forman parte del patrimonio artístico de la ciudad. Su casco histórico, fácilmente reconocible, está dominado en lo alto por su fortaleza de origen árabe, el Alcázar del Rey Don Pedro, hoy Parador Nacional. Cualquier paseo nos debe llevar a tres sobresalientes iglesias de Carmona. La más importante es la de Santa María la Mayor, del siglo XV y, como muchas otras, construida sobre una antigua mezquita árabe. Las otras son la de San Felipe, de estilo mudéjar del siglo XIV, y la de barroca de San Pedro, cuya torre nos recordará a la Giralda sevillana. Otros edificios de gran interés son el Convento de las Descalzas y antiguas casas o palacios como el Palacio de los Aguilar, el de los Rueda o la Casa del Marqués de las Torres, actual sede del Museo Arqueológico y Etnográfico de la ciudad.

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