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El Gastor

El placer de la mirada

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En una comarca tan competida en belleza como la Sierra de Cádiz, uno no se gana fácilmente el sobrenombre de Balcón de los Pueblos Blancos. Si El Gastor ostenta esa  fama es porque desde su ubicación, en lo alto de un cerro, las panorámicas que ofrece de los pueblos vecinos ponen a prueba los límites de la palabra infinito a través de una sucesión de manchas de nieve esparcidas entre montes, barrio tras barrio, pueblo tras pueblo, colina tras colina. El mejor acompañamiento de esta postal sería el sonido de una gaita gastoreña, instrumento tradicional de pastores, el producto más genuino de la artesanía local, componiendo con ella una estampa de aire escocés salpicado de gracejo andaluz.

Bajando un rato de ese balcón natural hasta el corazón del pueblo, El Gastor reivindica su derecho a no ser sólo mirador sino también objeto de contemplación. Lo hace sugestionando el ánimo de los que pasean entre sus estrechas y empinadas calles de fachadas encaladas, para terminar de elevarles el espíritu con la blanca imagen de la iglesia de San José, neoclásico sencillo y elegante que eleva su espadaña al cielo gaditano.

Alejándose algo del pueblo, El Gastor te regalará muchos rincones más para mirar y también explorar, como las cuevas de Fariña y Del Susto, ambos escenarios impresionantes aunque no aptos para todos los públicos por su difícil acceso. Más sencillo será acercarse y admirar el dolmen de los Gigantes, una espectacular tumba megalítica que reposa al sur del pueblo, en el Peñón Algarín.

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