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Ojén

Mar y sierra

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La villa de Ojén es una combinación perfecta. No es típicamente marinera, pero a lo lejos se intuyen las saladas aguas del Mediterráneo. Es de montaña, pero no se introduce en lo más abrupto de la Sierra de las Nieves. Sin duda, es una transición. Una fusión protegida por una salvaje Naturaleza gracias a sierras como la Blanca o la Alpujata y el valle de Juanar, hogar de viejos castaños. A través de un entramado de callejuelas marcadas por el color de la nieve y decoradas con macetas, van surgiendo sus más destacados atractivos. La iglesia de la Encarnación aparece por un lado; sus cuevas, por otro. Y entre medias, fiesta y gastronomía. En Ojén se destila uno de los mejores aguardientes tal y como se encarga de poner de relieve el museo del Molino, lugar donde se fabricaba oro líquido en forma de aceite. Por su parte, el arroz con hinojos es un plato de intenso sabor y la castaña, un manjar que alcanza el protagonismo absoluto en la fiesta del Tostón Popular. Por si fuera poco, la música envuelve a esta tradicional villa durante los meses más cálidos. La diversión arranca con el pop-rock más independiente en el Ojeando Festival y continúa con el flamenco más puro en el Festival Flamenco Castillo del Cante semanas después. Gastronomía, deleite, alegría, divertimento, paisajes… A caballo entre el mar y la montaña, Ojén despliega sus tesoros. 

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