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San Bartolomé

El corazón que fluye hacia el mar

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A ritmo de “sorondongo”, en el municipio de San Bartolomé (Lanzarote), los paisajes de conos volcánicos se entremezclan con cultivos de vid, tomate, batatas o sandías. Siendo lo primero que vemos al bajar del avión, esta localidad se ha convertido en el corazón de una isla que ha sabido sobrevivir a las difíciles condiciones de su tierra. Hoy solo podemos imaginar cómo sería San Bartolomé antes de que entrara en erupción su volcán, esculpiendo un entorno igual de inusual que el carácter de sus gentes que han conseguido adaptarse a las dificultades de una tierra semidesértica. Pero, si San Bartolomé es el corazón de Lanzarote, sus núcleos de población más importantes Guime, Montaña Blanca, y El Islote son las arterias por las que se cultiva y fluye la sangre de los lugareños hecha vino. Tanto es así que crearon un singular y característico sistema de cultivo, llamado rofe, sacando el máximo partido al rocío de la mañana.
Pero San Bartolomé y sus núcleos urbanos, no solo tienen relaciones con la agricultura, sino también con la historia a través del Museo Etnográfico Tanit que hace un homenaje a la figura del campesino y su gran fuerza. Al entrar en él, nos da la bienvenida el monumento al Campesino, una estatua que representa la fortaleza y constancia del agricultor isleño. Además, el museo permite hacer un recorrido por la localidad gracias a la gran colección de elementos históricos hasta mediados del siglo XX. Y recorriendo el paseo marítimo de San Bartolomé vamos directos al Atlántico gracias a playa Honda, un núcleo urbano que ha llegado a duplicar la población de su capital y se ha convertido en la mayor joya del municipio. Este entorno privilegiado permite a los visitantes todo tipo de actividades, desde practicar deportes como el windsurf o el buceo, hasta relajarse en su tostada arena contemplando el despegue y aterrizaje de los aviones en el aeropuerto de Lanzarote.

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