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La sopa de parida -vaya nombrecito- era la primera cosa que se les daba a las mujeres recién paridas hebreas, porque acababan de dar vida y tenían que reponerse del esfuerzo con una sopa sustanciosa. No todos los días se mataba una gallina de corral, pero la ocasión lo merecía.
Preparación de Sopa de parida
Preparar un caldo con el ave bien limpia -incluidas patas limpias y escaldadas, cuello y molleja limpia- y añadir las verduras una vez espumado el primer hervor, pero hacerlo como se tenga por costumbre, incluso escaldando el ave en el fregadero, muy limpio, con un puchero de agua hirviente vertido por encima. La cocción debe ser continua pero suave. A media cocción o casi al final, añadir sal al gusto. Dejar que se temple un poco.
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Sacar la gallina y las verduras y desgrasar el caldo -que deberá haber quedado en un poco menos de 1 litro- con un desgrasador o con un cucharón que se hunde con suavidad para que se cuele dentro la grasa.
Limpiar la gallina de piel y huesos, y cortar la carne de las patas en tiras de bocado -reservar las pechugas y el resto de la carne para otro plato, o para la segunda versión de la receta-.
Repartir la carne en tiritas en cuatro tazones de sopa calentados y colocar encima 2-3 lonchas del pan elegido.
La pintada o gallina de Guinea es una de las más preciadas aves por su sabor y carne magra. Foto: Sofía Moro.
Calentar el caldo, rectificar de sal y verduras, sacar 3-4 cucharadas al tazón donde estarán las yemas batidas y batir sobre fuego muy suave, casi hirviendo, si se quiere que las yemas se hagan hilos en el caldo, o a fuego muy suave si se quiere que solo se cuajen un poco y espesen el caldo.
Verter sobre los tazones y servir de inmediato.
OTRA VERSIÓN: Es también de nuestros días y de la cocina tradicional del Delta del Ebro, se llama sopa de boda, o de fiesta mayor. Se hace todo igual que en la versión de sopa de parida, pero al llegar al final, se añaden unas hebras de azafrán al caldo, se distribuye el pan, un poco más, en el fondo de una fuente de horno, encima se reparte la carne de la gallina, que quizá tenga que ser toda, apretando unos trozos con otros, para que no queden casi huecos, se vierte poco a poco el caldo necesario hasta que el pan lo absorba, quede humedecido y esponjado y la carne del ave permanezca un poco por encima del líquido.
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Se baten muy bien 3-4 huevos enteros y se vierten despacio sobre la carne para procurar que queden un poco por encima. Se espolvorea un polvo de canela y un poco de azúcar y se mete al horno con grill para que se forme una costra dorada, procurando que no se corte el huevo. La presentación de la sopa y los aromas –azafrán, canela y azúcar– recuerdan la cocina sefardí peninsular, tan aficionada a los "tesoros escondidos" bajo la capa de huevos.