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Muruzábal

Pequeña grandeza vasca

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Precioso, pequeño y original. Los dones que el cielo le concede a Muruzabal son muchos, demasiado para sus seis kilómetros cuadrados, tantos encantos que casi no caben juntos, que se dan unos con otros. Roncesvalles le trae su ruta jacobea por el norte, junto a los peregrinos y las historias que los acompañan, cuentos de visitantes que se quedan flotando en los preciosos albergues que Muruzábal, como buen anfitrión que es, concede a los jacobeos. Ellos quieren seguir su camino a Santiago pero el patrimonio monumental les detiene. Es lo que tiene que cualquier sitio interesante esté a cuatro pasos. Como la iglesia de San Esteban, parte de su identidad. Si alguien reconoce Muruzábal en una postal es por este templo de estilo gótico que da la bienvenida a la localidad desde su bella entrada, o la Plaza Mayor, donde dan ganas de charlar con los vecinos, que aquí plantan flores en medio de la plaza, mientras contemplamos el palacio del marqués de Zabalegui, del siglo XVII, que contrasta poderosamente con las casas bajas de alrededor. Unas aparentemente bajitas que no se asombran ni se acobardan en las fiestas patronales cuando sueltan a las vacas que corren por toda la localidad. Demasiado desenfreno para los menos atrevidos que aprovechan para seguir visitando patrimonio arquitectónico. Sí aquí hay más, aunque parezca mentira. Muruzábal termina de convencernos de que, aunque con pocos kilómetros es un gran pueblo, gracias a la iglesia más curiosa de Navarra: Santa María de Eunate. Se encuentra a dos kilómetros del núcleo de población de Muruzábal. Una belleza del románico de planta octogonal. Aunque no es muy grande al igual que Muruzábal, ambos juntos demuestran el dicho: la mejor esencia se encuentra en frasco pequeño.