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El Carpio de Tajo

Con la elegancia de un caballo enjaezado

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25 de julio: probablemente no hay mejor momento en todo el año para visitar El Carpio de Tajo, y así ocurre como mínimo desde hace cuatro siglos. Ese día se celebran las carreras de caballos enjaezados, en las que los jinetes muestran su habilidad cabalgando de dos en dos, abrazados por el hombro, velocidad y arte ecuestre en medio del colorido y la algarabía general. El pueblo vuelve así, cada año, a respirar esencia medieval. Son sus fiestas grandes, pero el resto del año también hay motivos para acercarse hasta el pueblo. Como deleitarse con el recio señorío de la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, terminada de construir en el siglo XVI y con un fresco del XV recientemente recuperado. Los restos del pasado todavía son más significativos en los yacimientos de El Payón y del Valle del Puchío, con restos romanos y visigodos. En el segundo caso, se trata de una necrópolis visigoda con más de 200 tumbas. Los objetos que aparecieron allí se encuentran en el Museo de los Concilios de Toledo. Y tres kilómetros al sur del pueblo, entre el embalse del Carpio y el río Tajo, todavía hay más restos del pasado: la ermita de Ronda (s. XVI) se levanta en un paraje donde hubo un asentamiento visigodo.

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