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El Puente del Arzobispo

El pueblo que nació alrededor de un puente

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Don Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo y duque de Estrada, propietario en el siglo XIV de la pequeña aldea de Alcolea de Tajo, tenía que enfrentarse a las aguas del Tajo cada vez que quería viajar hasta el santuario de la Virgen de Guadalupe, en Extremadura, así que ordenó construir un puente. Alrededor del puente del arzobispo se creó un asentamiento que con los años terminó convertido en El Puente del Arzobispo, así que pueblo y construcción van de la mano desde hace casi 650 años. Levantado en 1380, todavía hoy muestra la enorme fortaleza de sus sillares en sus once arcos, ocho originales y otros tres añadidos en el siglo XVIII. A su lado, el pueblo aún mantiene cierto aire medieval en muchas de sus calles. Entre los monumentos civiles destacan el rollo de justicia (sobre una gradería cuadrada, adornada con animales fantásticos) y la casa del conquistador Diego de Villarroel, indicada con un cartel de azulejos en su fachada. Otras casas populares, encaladas y con soportales, son ejemplo de sabor manchego. Anteriores en fecha, y situados a las afueras del pueblo, los restos de los molinos de Santa Catalina (a partir del siglo XII) enseñan la memoria de un edificio de siete cuerpos, cuatro tamajares y hasta once piedras de molienda que funcionaban todo el año. Tampoco hay que perderse el sorprendente enrejado del antiguo hospital (hoy residencia de ancianos), el antiguo palacio arzobispal, el gótico-mudéjar de la iglesia de Santa Catalina (los tres en la plaza Mayor) ni la ermita de Nuestra señora de la Bienvenida. Debería guardarse tiempo, en todo caso, para exprimir las bondades de la naturaleza: el Camino Natural del Tajo (etapas 28 y 29) permite disfrutar de la ribera del río y admirar a cormoranes, garzas, ánades blancos y cigüeñas.

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