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La Torre de Esteban Hambrán

Un impresionante catafalco del siglo XVIII

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Puede que existiera, dicen que en el siglo XIII, una torre de vigilancia construida por los musulmanes allí donde hoy se ubica el pueblo, hipótesis que se entremezcla con otra idea: en el mismo tiempo existió un mozárabe propietario de una torre y de nombre Esteban Ambrán o Amerán. No está claro. Lo único seguro es que hoy, en esta localidad de la comarca de Torrijos, en el norte de la provincia, también mencionada en escritos antiguos como Toletum Novum, no queda otra torre en pie que la de la iglesia de Santa María Magdalena. Está fechada en 1666, toda de ladrillo (salvo el basamento en sillería), pero el templo es anterior, del siglo XVI, de ahí sus hechuras de transición entre el gótico y el renacimiento. Realizada en mampostería y ladrillo, muestra grandes contrafuertes en los laterales y el ábside. Por dentro, lo más llamativo es su órgano barroco del siglo XVIII. Y, por supuesto, cada mes de noviembre, el catafalco. Durante esos 30 días se exhibe el mayor tesoro del pueblo, un monumento funerario impresionante de estructura semihexagonal, con 12 lienzos y siete tablas y un remate a modo de cúpula. Las pinturas, de gran realismo y detalle, representan el Juicio Final y la Gloria. El catafalco está fechado en el año 1753, aunque las telas están reaprovechadas y probablemente pertenecieran a otro anterior.

En la misma plaza encontramos el ayuntamiento, edificio de 1953 que imita el original del siglo XVI. Lo más interesante son los soportales apoyados en 12 columnas de piedra. También en la misma plaza está el palacio de Diego de Vargas (o Bargas), secretario de Felipe II y señor de la villa. Su construcción empezó en 1569 y su elemento más sobresaliente es la portada, de dintel plano, flanqueada por columnas de orden jónico y escudos nobiliarios. De tiempo algo posterior es el poderoso convento de los Franciscanos (1783), notable edificio de estilo barroco restaurado hace no mucho tiempo, obra que devolvió su esplendor a la iglesia y a las estancias monacales, recuperadas (en el segundo caso) para actos culturales, con salas de exposiciones, salón de actos, cafetería, biblioteca y despachos.

El patrimonio religioso no acaba aquí, ya que en el pueblo también encontramos las pequeñas ermitas de Santa Ana (siglo XVI, muy desdibujado el edificio original) y de San Roque (XVI). Además, paseando por las calles, repartido aquí y allá, el visitante encontrará un viacrucis compuesto por 15 cruces de granito.

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