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Pozoblanco

La encrucijada del turismo lento

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Es un “cruce entre la Meseta y Andalucía”. Su entrada es Pozoviejo, un monumento que tiene los tres símbolos del lugar: pozo, gallo y encina. En sus amplias calles abundan casas encaladas bajas y por algunas de ellas ven hornacinas con motivos religiosos, la más significativa la de la Virgen de la Consolación. También argollas negras en fachadas así como cruces de granito como por ejemplo la Cruz de la Portería. El casco viejo conserva además los adoquines que han sido tradicionales de la arquitectura de los Pedroches así como esquemáticos dibujos en el suelo. En su plaza de toros tuvo lugar la cornada que despidió de los ruedos al torero Paquirri y al que se dedica un monumento de gran dramatismo: ‘La gran corná’.  Es tradición que en días de feria y fiestas, en el cercano recinto ferial veamos el Celemín, un tradicional kiosco musical de hierro forjado. Alejándonos del casco viejo merece la pena detenerse en el monasterio de Pedrique para divisar lo mejor de la arquitectura local, sin dejar de destacar en nuestro peregrinaje por el municipio las muy blancas parroquias de San Bartolomé, la de Santa Catalina y la de San Sebastián.
Desde 2016 se impulsa aquí el “turismo lento” que se centra en destacar la gastronomía y los paisajes de Pozoblanco. Dentro de la gastronomía habrá que ir al Congreso Nacional del Cerdo Ibérico Valle de Los Pedroches para degustar los buenos productos de la tierra. Además de monumentos disfrutemos de los paisajes, sin perder de vista los frondosos parajes de la Dehesa y Valle de los Pedroches. Como toda localidad que se precia podemos disfrutar de dos fiestas de interés turístico: la Semana Santa que empieza antes entonando los Cantos de Pasión, y la romería de la Virgen de Luna, compartida con la vecina Villanueva de Córdoba. Pozoblanco es la encrucijada del turismo lento. 

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