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Tarifa

La capital del viento

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De poco sirve llevar un peine en la maleta con destino a Tarifa, porque el viento es el dueño y señor del paisaje. Desde el punto más meridional de Europa que es este municipio gaditano, el visitante podrá ver Marruecos si el viento se siente generoso y sopla en poniente. Si quiere entretenerse, provoca el levante para que los amantes del windsurf tengan un día redondo en cualquiera de sus arenales, la gran joya de los tarifeños. Desde luego, es en ellas donde mejor se escucha el rumor del viento, en Los Lances, Valdevaqueros, El Cañuelo, Los Alemanes o la urbana Playa Chica, donde se unen el Océano Atlántico y el mar Mediterráneo.

Al azul de sus aguas se une el verde de los cuatro espacios naturales protegidos que abarca Tarifa: el Parque Natural de los Alcornocales, el Parque Natural del Estrecho, el Paraje Natural Playa de Los Lances, de especial interés para los amantes de las aves, y el Monumento Natural Duna de Bolonia. El viento tarifeño se encargó, durante años, de erigir esa duna de más de treinta metros de obligada subida para admirar las vistas, un monumento hecho a medida para ocultar la montaña de San Bartolomé que, a su vez, esconde dos centenares de rutas de escalada. En esta misma zona, el olor a naranjo se expande en alas del aire y guía a los viajeros a conocer las pinturas rupestres de la Cueva del Moro en el interior y el antiguo asentamiento romano de Baelo Claudia junto a la playa.

La Historia sigue presente también en los vestigios fenicios de la Isla de las Palomas, conectada por carretera con el casco urbano de Tarifa. Aquí el viento sortea las murallas árabes que lo rodean con pasmosa facilidad para adentrarse entre sus laberínticas calles estrechas que no sólo conducen al visitante a su animada oferta nocturna. Le llevan a lo más alto, hasta la torre defensiva del palacio de Santa Catalina o el palacio de Guzmán el Bueno, a la Puerta de Jerez o a bajar a reposar en las iglesias de San Mateo, San Francisco o Santa María.