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El verano es playa y algunas de las mejores en las que he estado se encuentran a tan solo una hora de avión desde Madrid, en Menorca. En concreto, la de la imagen es la cala de Macarella, quizá la más bonita de la isla junto con su hermana pequeña, Macarelleta. Entre una y otra existe un camino con una especie de mirador y es precisamente ese el punto perfecto para autoretratarnos con las aguas turquesas como fondo.
La belleza del paisaje es tal que no hacen falta filtros, retoques, perspectivas imposibles, ni adornos. El único consejo es ir a plena luz del día para que el azul del mar se muestre en toda su intensidad.
Y como además de ser un destino inmejorable para los amantes de playa, Menorca es también un paraíso gastronómico, no hay que dejar de comer una caldereta de langosta en Fornells o degustar el queso de Mahón. Para quienes recorran el interior de la isla, sentarse a la mesa en 'Ca n'Olga', en Es Mercadal, es una apuesta segura.
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