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Fundada en 1916 por el alemán Egon Wende, a la cafetería-dulcería 'Taoro' siempre se le ha conocido como 'Casa Ego', o 'Don Ego', sin la 'n' final, como si perder una parte del nombre hubiera sido el peaje que tuvo que pagar aquel corpulento pastelero alemán cuando decidió asentarse en el municipio de La Orotava en 1916, un lugar de casonas y fincas aristocráticas donde el pueblo llano tenía que bajarse de la acera para dejar pasar a la nobleza.
Nacido en Breslau, en 1890, que antes era alemana y ahora polaca, la I Guerra Mundial cogió a Egon Wende camino de África para sacar provecho de sus conocimientos de pastelería y restauración. Así que terminó quedándose en Tenerife, donde ya entonces había una numerosa colonia extranjera formada no solo por viajeros o jubilados a la búsqueda del buen clima, sino también por personas que venían a trabajar y hacer negocios en las islas. Y que, en muchos casos, terminaban casándose y asentándose aquí. Como le ocurrió al señor Wende con Luisa Rocío Báez, una de sus trabajadoras.
Totalmente integrada en el patrimonio gastronómico y cultural de La Orotava, 'Casa Egon' es como la magdalena de Proust, que le das una mordida y te traslada a la infancia: al ruido de los niños que juegan en un cumpleaños; a las tardes lluviosas y grises con la abuela, que viene de visita y le apetece un chocolate caliente con nata y un dulce; a la recogida de los polvorones artesanales de Navidad –como Dios manda–, los pasteles de yema, la corona de almendras, las papitas de mazapán.
Ese sentimiento de tradición tiene mucho que ver con que la dulcería siga en manos de la familia. El encargado, Ángel Luis, que trabaja de cara al público, y sus cuatro hermanos, que se encargan de la pastelería, son todos sobrinos-nietos de Egon y Luisa, que solo tuvieron un hijo que murió a los pocos días de nacer. También está el hijo de Ángel, Fran, y dos sobrinos, que aseguran la continuidad del establecimiento. Al menos, una generación más.
La historia manda y los dulces siguen siendo los mismos: una mezcla de las recetas que Egon traía de su tierra natal y la materia prima y los gustos que se encontró en la isla. También conservan la finca de La Perdoma, un barrio de La Orotava donde la familia compró un pedazo de tierra y a donde Egon iba todas las semanas para buscar algunos productos de la pastelería.
De allí siguen sacando, cuando la cosecha lo permite, las naranjas, los limones, las ciruelas, el vino embotellado de la casa que ofrecen en la pastelería. Todo ecológico. Luego está la exhaustiva búsqueda de productos de calidad del mercado, las almendras de Vilaflor o de La Palma, las confituras que a veces tienen que seguir mandando a pedir a Alemania.
Sigue también el mismo despacho de dulces, a la entrada del local, la misma pesa, la misma caja registradora, los pasteles colocados exactamente en el mismo lugar donde los ponían Egon y Luisa. Ahí están los famosos tambores de moka (o de chocolate), una combinación muy curiosa de merengue bien horneado y crujiente con varias cremas que quizá lleven algo de mantequilla. Y digo quizá porque aquí solo vale la intuición. Las recetas son secreto de familia. No se desvelan, hay que ir allí a probarlas.
Son antológicas las milhojas (en primer plano) de yema, hojaldre bien crujiente y una mermelada –¿de melocotón? ¿de albaricoque?– que le da un ligerísimo toque ácido. O los rosquetes de hojaldre y yema, intensos, con sabor, sin escatimar un gramo de huevo. O las cruces de almendra, crujientes por fuera y frescas por dentro. O la tarta de manzana, a la alemana, ni muy dulce ni muy ácida. Y mil cosas más...
Egon también era cocinero, así que decidió introducir algunos platos salados. Aunque Ángel Luis deja claro que "la especialidad es la pastelería", es muy agradable pasar al mediodía y sentarse a disfrutar de un menú sencillo en el patio interior de la casona, donde hace muchos años hubo un estanque, un castaño y una cuadra. Hay escalopes y platos combinados sencillos y sabrosos. Hacen muy rico el filo de ternera en salsa. Y platos de cuchara muy caseros, como el potaje de berros, tan típico de la gastronomía canaria, acompañado de piña de millo (o maíz) cultivado en las islas. "Los ves ahí mandándose su potajito, con su gofio y su cebolla, eso da gusto", comenta Ángel con su deje canario.
Lugar de tertulias y presentaciones, durante el franquismo pasaba por ahí la brigada de lo social para controlar a la izquierda orotavense que se iba a charlar a las mesas de la cafetería. Y allí seguían yendo, porque en 'Casa Egon' siempre cuidan bien a sus clientes. Incluso a los fumadores, que también tienen su sitio en la nueva terraza que Ángel Luis abrió en 2012 dando a los famosos jardines victoria de La Orotava, diseñados por el artista francés Adolph Coquet en el siglo XIX junto al mausoleo donde se iba a enterrar a un ilustre masón del municipio.
Con esa preocupación por cuidar a la gente contratan también a los camareros. "Nosotros tenemos clientes de varias generaciones. Ya son casi de la familia. Y no puedes contratar a cualquiera que te tire ese patrimonio por la borda".
Cuenta Ángel Luis que un día unas señoras de La Orotava lo pararon en medio de la faena y le comentaron algo que lo dejó henchido de orgullo: "Tenemos que reconocer que en 'Casa Egon' hasta el café sabe diferente". De martes a domingo, de diez de la mañana a ocho y media de la noche (nueve los fines de semana), allí están los herederos de Egon y Luisa para demostrarlo.