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La Puebla de Montalbán

Belleza monumental con el espíritu de ‘La Celestina’

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Música antigua, danzas, teatro para niños, conferencias, un mercado renacentista y, por encima de todo, la tradicional representación de La Celestina. Así ocurre en agosto en la Puebla de Montalbán desde 1999: todo gira en torno a una alcahueta, dos amantes (Calisto y Melibea) y el autor de una obra universal, Fernando de Rojas, nacido en este pueblo. Un museo dedicado al libro muestra cuadros, trajes de época y ediciones facsímiles de La Celestina, impresa por vez primera en Burgos en 1499.

El festival es un gran momento para conocer un pueblo que vivió su esplendor en el siglo XVI, como puede apreciarse, por ejemplo, en la plaza Mayor, gran centro de reunión de vecinos y visitantes. No hay para menos: se trata seguramente de una de las plazas más hermosas de cuantas hay en Toledo, Castilla-La Mancha y hasta España. De forma trapezoidal, en la cara norte toman protagonismo los soportales con columnas de granito, los grandes balcones corridos y el que fuera en otro tiempo Mesón Grande de la Plaza, citado en La Celestina. La fachada oeste es para el ayuntamiento, con la entrada flanqueada por lápidas dedicadas a Fernando de Rojas y Francisco Hernández, médico de Felipe II; el lado sur lo ocupa el palacio de los duques de Osuna y condes de La Puebla de Montalbán, mientras que la iglesia de Nuestra Señora de la Paz cierra la plaza al este, unida al palacio por un corredor. La plaza, que conserva edificios típicos de los siglos XV y XVI, con soportales sobre columnas, está considerada Bien de Interés Cultural. Del mismo modo, lo son individualmente algunos de los edificios que allí están, como el palacio, con una bella portada plateresca y numerosos balcones de forja. O la iglesia, que se reconstruyó totalmente en la segunda mitad del siglo XVI. La nave central destaca por su rico artesonado mudéjar, mientras que al sobria fachada, de grandes sillares, guarda sitio para una hornacina con la imagen de la Virgen de la Paz, un óculo en la parte central, un reloj en la parte superior, y como remate, una estilizada espadaña con dos campanas.

Fuera de los límites de la plaza, la Torre de San Miguel es el monumento más representativo de La Puebla. Con sus 32 metros de altura y sus cuatro cuerpos de estilo mudéjar (siglo XVI) sirvió de campanario a la iglesia de San Miguel, desaparecida en el siglo XVIII. La torre, situada en el punto más alto del casco urbano, también es Bien de Interés Cultural. El amplio patrimonio religioso de la localidad se completa con el convento de las madres concepcionistas y los padres franciscanos, la ermita del Cristo de la Caridad (dentro de lo que fue el Hospital de la Caridad), la ermita de la Virgen de la Soledad (que conserva dos cuadros de José de Ribera) y la ermita de San José.

También lleva merecida fama el puente de Montalbán, en pie desde el siglo XV (que se tenga constancia), formado por once arcos hechos con sillares de granito. Su fábrica está asentada sobre una estructura compuesta por gruesas vigas de madera y tiene una longitud de 266 metros.

En cuanto a los valores medioambientales, el entorno natural atesora paisajes tan diversos y valiosos como las estepas cerealistas (hábitat perfecto para ejemplares como la avutarda, el aguilucho cenizo o la ganga), los sotobosques del Tajo, el embalse de Castrejón o las barrancas de Burujón, espectaculares cortados arcillosos que dan forma al conocido como Cañón del Colorado toledano.

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