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Tembleque

Una postal blanca de la Mancha

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Tembleque es una postal blanca y exquisita, la estampa de villa manchega por excelencia: blanco de la cal en sus fachadas, puertas de madera, rejería en las ventanas, molinos de viento en la colina y sol en el cielo. La plaza Mayor es probablemente su principal tesoro arquitectónico, una gran muestra del barroco popular del siglo XVII, restaurada recientemente. La pintoresca y espectacular plaza (donde se ubican el Museo Etnográfico y la Oficina de Turismo) sigue el modelo de los corrales de comedias, abierta y limpia en el centro y porticada con columnas toscanas. Los cuerpos superiores de los edificios que la circundan (salvo en uno de los lados) son corredores sostenidos por pilares de madera.

A través de un pasadizo se comunica con la plaza de la Orden, donde se levanta señorial la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en estilo gótico de principios del siglo XVI con aportaciones del cardenal Cisneros y ampliada en el XVIII. Cruzando de nuevo la plaza Mayor, el pasadizo desemboca por el otro lado en la ermita de la Vera Cruz, de sorprendente planta octogonal, construida en 1792. En el catálogo de monumentos religiosos, acompaña a las ermitas de la Purísima Concepción, la de Loreto (en ruinas) o la de San Antón, y sobre todo la ermita barroca del Cristo del Valle, del siglo XVII. Está lejos del pueblo, a 15 kilómetros, cerca del embalse de Finisterre, pero a ella acuden los fieles en romería dos veces al año.

Los edificios civiles de interés no son pocos: merecen una visita sosegada el gran palacio de las Torres (construido a mediados del XVIII y declarado Bien de Interés Cultural), la casa de Postas o el rollo de justicia, al lado de la ermita de la Purísima Concepción. Y al sureste del casco antiguo, sobre un pequeño cerro, dos molinos perfectamente reconstruidos (y los restos de un tercero) vigilan las casas de Tembleque.

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