{{title}}
{{buttonText}}
1 /

Villamartín

Raíces neolíticas y casas blancas

Compartir

Al llegar a este deslumbrante punto blanco de la Sierra de Cádiz, el viajero debe saber que Villamartín tiene mucho pasado. De él nos hablan los alrededores de la localidad, donde los dólmenes de Alberite nos aseguran que se remonta al Neolítico y los restos del castillo de Matrera cuentan que nació como tal en la Edad Media, a pesar de haber contado ya con visigodos, romanos, y árabes musulmanes como habitantes. Situados en el casco urbano, encontramos las fachadas de sus casas encaladas que justifican su presencia en la ruta de los Pueblos Blancos. Unas viviendas sencillas que contrastan con el esplendor de las casas-palacio, como la de los Topete y su colorido patio, que evocan el señorío nobiliario de Villamartín. Estas se concentran en torno a la Plaza Mayor, cerca de la cual está el Ayuntamiento, que sigue el estilo gótico mudéjar y muestra una fachada barroca. Detrás de la plaza, asoma un elemento arquitectónico que rompe con la nívea gama cromática imperante: el campanario de Nuestra Señora de las Virtudes, la parroquia más importante del pueblo y una mezcla de estilos artísticos y arquitectónicos. Por el centro nos podemos quedar para probar la sopa de tomate y espárragos o entregarse al dulce con sus roscos blancos, palos de nata o sultanas de coco o de almendras. Una buena forma de coger fuerzas para volver a los alrededores y seguir el camino de la romería que cada 8 de septiembre lleva a los lugareños a la ermita de la Virgen de las Montañas.