Iglesia de Santa María de Almocóvar

Alcántara, Cáceres

Qué ver

En la parte más alta del campanario he construido mi nido. Soy ave viajera pero el invierno ya no es como antes y ya no emigro. La calidez vino a mí y ya no salgo a buscar comodidades. Las he encontrado en el lugar del que formo parte. En esta iglesia y de esta tierra que se nombra como tierra de cigüeñas. Esa soy yo, mirando desde tan privilegiado mirador. Observo desde arriba el remolino de calles que se suceden y si alejo la mirada oteo el montañoso y verde paisaje de encinas, alcornoques, chopos, castaños… mis compañeros arbóreos, y cerca, las aguas de las que proveo alimento. El Tajo es rico en peces de muchas especies.

Pero ¿dónde instalé mi casa? Dicen que antes fue mezquita y ahora es Nuestra Señora de Almocóvar, una iglesia de estilo románico que anuncia al gótico que será. Y es que, en el arte como en la naturaleza, las fronteras no existen. Se van fundiendo. El edificio es denso, piedra sobre piedra; dos torres contrafuertes aseguran e indican la puerta de entrada, que se adelanta un poco a la fachada principal con sus arcos porticados. Arriba, un rosetón que permite el paso de la luz y por dentro dibuja las formas de la vidriera que derrama sobre las losas del suelo. No es la única entrada; hay otras tres más, pero ésta es la más vistosa. Sobre un lado, mi torre campanario se eleva.

En el s. XIII se hizo iglesia, pero el devenir de los siglos fue incorporando reformas interiores. En el XVI se construye la sacristía y la capilla mayor. Dentro guarda pinturas de Luis de Morales, el Divino, y un Cristo yacente atribuido a Montañés. Son nombres que escucho, que dejaron huellas de belleza e invitan a entrar, pero mi camino es otro. Mejor dicho, no tengo camino. En el aire sólo hay tránsitos.