Catedral de la Almudena

Madrid, Madrid

Qué ver

Recorremos la plaza de la Armería, que comunica el Palacio Real con la catedral de la Almudena, con la calle Bailén a nuestra izquierda y los Jardines del Moro a la derecha, desde donde se ve uno de los mejores atardeceres de Madrid. Observamos así su impresionante fachada, simétrica, con las dos torres de campanario a los lados, su gigante cúpula detrás, dos hileras de columnas arriba y abajo y, sobre todas ellas, una hornacina de estilo barroco que guarda a la patrona de la ciudad. Una vieja fotografía de 1869 aún muestra cómo era la antigua iglesia de Santa María de la Almudena poco antes de ser derribada. Con cientos de años a sus espaldas, casi tantos como obras y reformas se le hicieron para conseguir convertirla en catedral, finalmente se decidió que lo mejor era tirarla abajo y empezar de cero. Objetivo conseguido: Madrid logró a finales del siglo XX un deseo que perseguía desde tiempos de de Felipe II.

Avanzamos hacia el interior. Miramos necesariamente hacia arriba donde, tras las gigantes columnas blancas, llegamos a los colores de fantasía que inundan nuestra vista, en claro contraste con todo lo demás. Ocupan cada resquicio de los artesonados, de las cúpulas con sus verdes pistacho y sus azules como si fuera el del cielo. Nos acercamos después a observar la imagen de la Virgen de la Almudena, que tiene su altar en el crucero de la nave derecha, lo primero que veremos si hemos entrado por la calle Bailén.

A pesar de no ser de lo más conocido, la cripta de la catedral es especialmente hermosa. Repleta de columnas blancas, nos da esa sensación de recogimiento que arriba no podemos tener, dadas sus dimensiones. Resulta irremediable pensar que aquí abajo estamos más cerca de los orígenes de Madrid, en uno de los rincones donde se han encontrado algunos de sus restos más antiguos. Orígenes musulmanes que hoy siguen presentes después de tanto tiempo, incluso en el nombre de su patrona.